Bebé, genética y primera dentición

El orden en que aparecen los brotes de los primeros dientes es distinto de unos niños a otros y, en el tiempo de aparición, juega un papel muy importante la genética. En general, si la primera dentición de los padres fue temprana, lo habitual es que a sus hijos les ocurra lo mismo. En cambio, la experiencia ha revelado que la espera tiene su recompensa: los dientes que salen más tarde están mejor formados y su dentina es más resistente a la formación de caries.

En general, los bebés completan su primera dentadura de leche, que alberga 20 piezas, alrededor de los dos años y medio, aunque se considera normal que unos la consigan antes y que otros tengan que esperar un poco más.

La primera dentición es un proceso natural pero no deja de ser un hecho traumático para el bebé. De ahí que sea normal ver a nuestros hijos con los dedos y los puños a la boca con mucha frecuencia y con un deseo irrefrenable de morder para presionar las encías. Que su babeo sea más abundante de lo habitual, producido por la estimulación de saliva que produce la dentición. Que presenten una irritabilidad inusual debido al dolor de las encías, lloren más de la cuenta, tengan problemas para coger el sueño, rechacen la comida por el aumento del dolor que produce la succión, presenten diarrea por el exceso de saliva tragada y fiebre baja a causa de la inflamación.

Ante todos estos síntomas, y al igual que se tratan muchos traumatismos y procesos inflamatorios, la mejor solución es el uso del frío.

Para calmar el dolor que le produce a tu bebé la salida de los primeros dientes, puedes ofrecerle un mordedor, que es un juguete que alberga un líquido que se puede enfriar en la nevera. El frío resulta un estupendo calmante para las encías doloridas. 

También puedes frotar su encía con un dedo, que previamente hayas metido en agua fría, ofrecerle alimentos y líquidos fríos y sobre todo darle mucho cariño, pues el acompañamiento le reconforta mucho en estos momentos difíciles para él.